Hablar de Chihuahua, para mí, es hablar de un territorio que desborda cualquier mapa. Es el estado más grande de México, un gigante cuya extensión es comparable a la del Reino Unido o Rumanía y que alberga una diversidad natural y cultural imposible de abarcar en una sola visita. En mi recorrido encontré cañones colosales, bosques infinitos, pueblos indígenas ancestrales y ciudades que cuentan la historia del norte de México página a página. También descubrí que es tierra del pueblo rarámuri, célebre por su resistencia sobrehumana en carreras de larga distancia, una cultura seminómada que aún hoy habita y recorre estas montañas inmensas.

Las Barrancas del Cobre constituyen uno de los grandes atractivos de Chihuahua

Las Barrancas del Cobre constituyen uno de los grandes atractivos de Chihuahua

Este estado vasto y sorprendente me mostró hoteles encantadores escondidos entre pinos, una gastronomía singular, artesanía única y comunidades que viven a su propio ritmo, como los menonitas de Cuauhtémoc, que conservan una identidad y un modo de vida que parecen de épocas pasadas. Más al sur, Creel se convirtió para mí en la puerta de entrada a la Sierra Tarahumara y a las imponentes Barrancas del Cobre, uno de los sistemas de cañones más espectaculares del continente. Y entendí muy pronto que un viaje por Chihuahua no está completo sin subir al Chepe Express, que serpentea entre abismos, túneles y paisajes abruptos, ofreciendo una de las rutas ferroviarias más hermosas de América.

Chihuahua es, en esencia, un mundo entero por descubrir. Un lugar donde cada tramo del camino me reveló un paisaje nuevo, una historia distinta y una manera diferente de entender la vida.

La ciudad de Chihuahua

Su capital, Chihuahua, me sorprendió desde el primer paso. Su catedral, considerada una de las grandes joyas del barroco novohispano en el norte de México, domina el centro histórico con sus torres perfectamente simétricas y una fachada que es un auténtico álbum de esculturas religiosas. A su alrededor se despliega una ciudad viva, donde los cafés, plazas y edificios centenarios conviven con una vida cultural muy activa.

Catedral de Chihuahua

Catedral de Chihuahua

 

Centro de Chihuahua

Centro de Chihuahua

Palacios, historia y memoria

A pocos metros encontré algunos de los palacios históricos más representativos, como el Palacio de Gobierno, famoso por sus murales que narran episodios clave de la historia del estado incluida la ejecución de Miguel Hidalgo, considerado uno de los padres de la patria, y el Palacio Municipal, un edificio porfiriano impecablemente conservado que recuerda la elegancia arquitectónica de finales del siglo XIX.

Centro Cultural Quinta Gameros, una mansión art nouveau reconvertida en un centro cultural

Centro Cultural Quinta Gameros, una mansión art nouveau reconvertida en un centro cultural

 

Murales del Palacio de Gobierno de Chihuahua

Murales del Palacio de Gobierno de Chihuahua

La Revolución desde dentro

No se puede entender el alma del norte sin visitar el Museo de la Revolución Mexicana, ubicado en la antigua residencia de Pancho Villa, conocida como la Quinta Luz.

Museo de la Revolución Mexicana

Museo de la Revolución Mexicana

El museo conserva objetos personales, documentos, vehículos (uno de ellos fue en el que fue asesinado) y fotografías que permiten reconstruir la vida cotidiana del militar y comprender el papel crucial de Chihuahua durante la Revolución.

Máscara mortuoria de Pancho Villa

Máscara mortuoria de Pancho Villa

 

El Museo de la Revolución Mexicana es una de las visitas ineludibles de Chihuahua

El Museo de la Revolución Mexicana es una de las visitas ineludibles de Chihuahua

Pasear por sus salas fue para mí como viajar a una época tumultuosa en la que el estado fue escenario de batallas, conspiraciones y alianzas decisivas.

Mural del Museo de la Revolución Mexicana

Mural del Museo de la Revolución Mexicana

Una ciudad que invita a caminar

La experiencia la completé caminando por sus calles amplias, descubriendo antiguas casonas, mercados locales y cafés que mantienen ese carácter auténtico que, en mi opinión, convierte a Chihuahua en una de las ciudades más interesantes del norte de México.

Chihuahua rinde homenaje en este edificio a la raza de perro que lleva su nombre

Chihuahua rinde homenaje en este edificio a la raza de perro que lleva su nombre

 

Restaurante la Casona en Chihuahua

Restaurante La Casona en Chihuahua

El sotol, la bebida que guarda la memoria del desierto

Pero si hay algo que, para mí, define verdaderamente al estado, es el sotol. Este destilado, todavía desconocido para muchos viajeros, se ha convertido en uno de mis grandes descubrimientos y es, sin duda, uno de los orgullos del norte de México. Posee denominación de origen en Chihuahua, Coahuila y Durango, aunque es en Chihuahua donde late su corazón: alrededor del 90% de la producción nacional nace aquí, en pleno paisaje desértico.

Sotos de Chihuahua

Sotol  de Chihuahua

Una planta que resiste

A diferencia del tequila o el mezcal, el sotol no proviene del agave, sino de una planta silvestre de la familia de las liliáceas, el dasylirion, de la que existen 22 especies distintas en la región. Cada una refleja la dureza del clima, la altitud y la aridez del terreno, lo que da lugar a un destilado profundamente ligado a la naturaleza y a la historia de estas tierras.

Tradición, clandestinidad y resistencia

El proceso artesanal conserva técnicas ancestrales como el entierro sotolero, donde los corazones de la planta se cuecen lentamente en hornos subterráneos. Pero el acto de sepultar no siempre fue solo una cuestión técnica: durante gran parte del siglo XX, la producción de sotol estuvo prohibida por la ley, y los productores tuvieron que echar mano del ingenio. Para evitar ser descubiertos por los inspectores, enterraban sus botellas y ocultaban los hornos bajo capas de tierra y piedra, disimulando cualquier rastro de actividad. Gracias a esa resistencia silenciosa, esta tradición sobrevivió hasta que la prohibición se levantó y el sotol pudo renacer con identidad propia.

Víctor Ibarra de Casa Ruelas

Víctor Ibarra de Casa Ruelas

Casa Ruelas y el futuro del sotol

Hoy, proyectos como Casa Ruelas continúan ese legado. Allí, el maestro destilador Víctor Ibarra, con más de 30 años de experiencia, combina técnica y un respeto absoluto por la planta. El resultado es tan singular que casi el 98% de su producción se vende, y no es casualidad. El sotol no se parece a nada. Para mí, es identidad pura del desierto, una bebida que guarda en cada gota la memoria de un oficio que se mantuvo vivo incluso bajo tierra.

La comunidad menonita de Chihuahua: un viaje a otra época

La presencia menonita en Chihuahua es, para mí, una de las historias culturales más fascinantes del norte de México. Su origen se remonta al siglo XVI, cuando, durante las reformas protestantes en los Países Bajos y el norte de Alemania, surgió un movimiento cristiano de corte anabaptista o anabautista, literalmente rebautizados”— liderado por Menno Simons, del que deriva su nombre. Su fe pacifista y su rechazo al bautismo infantil les valió persecuciones constantes, lo que los empujó a una diáspora que los llevó primero a Polonia, más tarde a Rusia, y finalmente a Canadá, donde prosperaron durante décadas.

Miembros de la comunidad menonita

Miembros de la comunidad menonita. © Visit Chihuahua

Periplo por Rusia y Canadá y llegada a México

Su salida de Rusia estuvo motivada por la imposición del servicio militar obligatorio, contrario a sus principios pacifistas. En Canadá, años después, se enfrentaron a otro conflicto: el gobierno les cerró sus escuelas comunitarias, esenciales para preservar su fe, su lengua y su autonomía. Esa presión les llevó a buscar un nuevo destino donde mantener intacto su modo de vida. Su arribada a México se concretó en la década de 1920, durante el gobierno de Álvaro Obregón, cuando adquirieron extensas tierras agrícolas a la familia Zuloaga en la región de Cuauhtémoc.

Museo y Centro Cultural Menonita de Cuauhtémoc

Museo y Centro Cultural Menonita de Cuauhtémoc

Allí fundaron colonias autosuficientes dedicadas principalmente a la agricultura y al comercio, donde destacan sus plantaciones de manzana —Gala, Granny Smith, Red Delicious o Golden— y su producción láctea artesanal -el queso menonita es una verdadera exquisitez-.

Museo y Centro Cultural Menonita de Cuauhtémoc

Museo y Centro Cultural Menonita de Cuauhtémoc

Aunque hoy viven integrados en la economía de Chihuahua, los menonitas conservan una identidad singular. Su idioma cotidiano es el plautdietsch, que mezcla influencias de seis lenguas distintas entre ellas alemán, neerlandés y ruso, una rareza lingüística que escuché en boca de Janet Löwen, guía del Museo y Centro Cultural Menonita de Cuauhtémoc.

Habitación infantil. Esta es una de las salas del Museo y Centro Cultural Menonita de Cuauhtémoc.

Habitación infantil. Esta es una de las salas del Museo y Centro Cultural Menonita de Cuauhtémoc.

En cuanto a la indumentaria, pude ver cómo mantienen su atuendo tradicional: los hombres suelen vestir mono de trabajo y sombrero, mientras que las mujeres utilizan vestidos largos de colores claros y estampados florales, acompañados de una pañoleta cuyo color indica su estado civil negra para las casadas, blanca en solteras y tonos café para las mujeres mayores que desean contraer matrimonio.

Modernidad: entre apertura y resistencia

Un aspecto muy llamativo para mí es su relación con la modernidad. Aunque el uso de la electricidad no fue aceptado oficialmente hasta 1981 y todavía hoy muchos hogares prescinden de móvil, televisión u ordenadores, la apertura tecnológica varía mucho entre regiones. En Chihuahua, varias comunidades han adoptado un estilo de vida más flexible y conviven con ciertas innovaciones, mientras que en estados como Zacatecas o Campeche predominan los grupos más conservadores, que rechazan casi por completo las novedades y mantienen prácticas mucho más estrictas, cercanas a las de los amish o los huteritas.

Juguetes menonitas

Juguetes menonitas

Aunque tradicionalmente se definen como un pueblo modesto y austero, los menonitas son hoy un pilar fundamental de la economía agrícola del estado, especialmente en la producción de manzana, lácteos, maquinaria agrícola y comercio regional. Sus colonias se han convertido, además, en un atractivo turístico que permite conocer sus granjas, museos y panaderías tradicionales.

Abraham Peters, un testigo del tiempo

Durante mi visita a la comunidad menonita tuve la oportunidad de conversar con Abraham Peters, un hombre de 83 años, cuya lucidez, curiosidad y sentido del humor me sorprendieron desde el primer instante. Agricultor de toda la vida, Peters cultiva en sus tierras frijol y avena, siguiendo la tradición de sus antepasados. Mientras caminábamos entre los campos, me explicó —entre risasque los monos que hoy llevan muchos hombres menonitas no eran originalmente parte de su vestimenta: los usaban los carboneros de los trenes con los que llegaron a México, y a sus antepasados les gustó tanto su funcionalidad que terminaron adoptándolos, hasta convertirlos en parte de su identidad cotidiana.

Abraham Peters es uno de los mimebros más veteranos de la comunidad menonita

Abraham Peters es uno de los miembros más veteranos de la comunidad menonita

A pesar de llevar una vida sencilla, Abraham ha viajado por Colombia, Paraguay, Bolivia, Belice e incluso Cuba, algo que me sorprendió profundamente viniendo de una comunidad conocida por su vida reservada. Me confesó que intento entrevistar a Fidel Castro impulsado por una razón que repitió varias veces durante nuestra charla: porque me encanta el conocimiento”. Su admiración por Menno Simons, el líder espiritual del movimiento menonita, llenaba cada una de sus palabras. También me habló con orgullo de sus ocho hijos y de los esfuerzos de la comunidad durante su liderazgo por reducir el número de alumnos por aula para preservar su idioma, su fe y su cultura, asegurando una educación más cercana y controlada.

Antes de despedirnos, Abraham me dejó una frase que resume a la perfección su generosidad y su forma de entender el mundo, y que sigo recordando: Si México le abrió las puertas a mis antepasados, ¿cómo no voy yo a abrir las puertas a quienes vienen a conocernos?”

Creel, puerta mágica a la Sierra Tarahumara

Mi recorrido por Creel fue un viaje donde la naturaleza y la cultura se entrelazan a cada paso. Este Pueblo Mágico, situado a más de 2.300 metros de altitud, funcionó como base perfecta para adentrarme en la Sierra Tarahumara y descubrir algunos de los escenarios más impresionantes del estado. En sus alrededores se encuentran comunidades rarámuri que conservan tradiciones ancestrales, artesanía única y un modo de vida profundamente ligado a la montaña.

Valle de las Ranas

Valle de las Ranas

 

Artesanía rarámuri

Artesanía rarámuri

Comencé la ruta a pocos kilómetros de Creel, en la Cueva de San Sebastián, un espacio de profundo valor cultural para los rarámuri y un lugar que ayuda a comprender cómo la sierra ha sido refugio espiritual durante generaciones. La gruta, silenciosa y enmarcada por las montañas, transmite esa conexión íntima entre territorio y cultura.

Mujer rarámuri

Mujer rarámuri

Los valles esculpidos por el viento: Hongos y Ranas

Desde allí continué hacia el Valle de los Hongos, donde los bloques de piedra adoptan formas caprichosas y casi humorísticas, como si la naturaleza hubiese decidido divertirse modelando esculturas.

Valle de los Hongos

Valle de los Hongos

Muy cerca se encuentra el Valle de las Ranas, otro conjunto de formaciones sorprendentes, con rocas que parecen figuras sentadas observando la sierra. Allí un niño de 11 años, Juan Carlos, más listo que un ajo, me preguntó gentilmente si quería hacerme una foto besando a una rana y el resultado se puede ver aquí mismo.

Besando a una rana en Creel

Besando a una rana en Creel © Juan Carlos

Una iglesia jesuita en plena sierra

La siguiente parada fue la iglesia jesuita de San Ignacio Arareko, una construcción sencilla y cargada de historia que formó parte de las antiguas misiones que dejaron su huella espiritual en la Tarahumara. Su presencia en medio del paisaje, rodeada de árboles y montañas, le da un aire de santuario remoto.

Iglesia jesuita de San Ignacio Arareko

Iglesia jesuita de San Ignacio Arareko

El imponente Valle de los Monjes

Finalmente llegué al Valle de los Monjes, uno de los lugares más imponentes de la región. Sus columnas de piedra, elevándose como gigantes petrificados, parecen custodiar la montaña desde hace siglos. Caminar entre esas moles verticales ofrece una sensación de pequeñez y de inmensidad al mismo tiempo.

Valle de los monjes

Mujeres rarámuri en el Valle de los monjes

El Lago Arareko, el respiro más sereno del día

Tras visitar el Valle de los Monjes me detuve en el Lago Arareko, un espejo de agua rodeado de pinos, silencio y grandes bloques de granito. Allí el paisaje cambia de tonalidad a medida que avanza la tarde, y pasear por la orilla, escuchando apenas el rumor del bosque, fue uno de los momentos más serenos y memorables de toda mi estancia en Chihuahua.

Lago Arareko

Lago Arareko

Mujer rarámuri en el Lago Arareko

Mujer rarámuri en el Lago Arareko

La cultura viva rarámuri

Para entender mejor la relación que tiene la cultura rarámuri con el territorio visité el Museo de Arte Popular de Creel donde se exhiben piezas ceremoniales, instrumentos y utensilios cotidianos, entre otros objetos, que revelan la visión del mundo tarahumara, su vínculo con el movimiento y su célebre resistencia física.

Museo de Arte Popular de Creel

Museo de Arte Popular de Creel

Los rarámuri, cuyo nombre significa literalmente corredores a pie” o pies ligeros”, son un pueblo profundamente ligado al movimiento y a la montaña. Su idioma el tarahumaraconserva esa raíz: rara (pie) y muri (correr), una definición que expresa su identidad y su capacidad ancestral para recorrer distancias que parecen sobrehumanas.

En muchas de las comunidades más remotas de la sierra, durante generaciones no existieron registros formales de nacimientos ni defunciones, por lo que gran parte de su historia se transmitió de forma oral.

Museo de Arte Popular de Creel

Museo de Arte Popular de Creel

Sus carreras tradicionales, como la rarajípari (con pelota) o la arihueta (con aro), no son simples competencias deportivas: son celebraciones de resistencia, comunidad y conexión profunda con la tierra. Conocerlos me hizo comprender que la Sierra Tarahumara no solo es un paisaje de cañones inmensos, sino también un espacio humano lleno de espiritualidad, tradición y una cultura que ha sabido mantenerse viva frente al paso del tiempo.

Las Barrancas del Cobre, un gigante natural que estremece

Las Barrancas del Cobre son, para mí, uno de los grandes tesoros naturales de México: un sistema de seis cañones tan inmenso que en conjunto supera en extensión y en varios puntos también en profundidadal famoso Gran Cañón del Colorado del siempre vecino incómodo Estados Unidos.

Barrancas del Cobre

Barrancas del Cobre

Asomarme a sus miradores fue una experiencia que se queda grabada: los abismos alcanzan los 1.800 metros de profundidad, y el paisaje cambia a cada hora del día.

Los paisajes de Barrancas del Cobre te dejan con la boca abierta

Los paisajes de Barrancas del Cobre te dejan con la boca abierta 

Vi amaneceres rojos, tardes teñidas de sombras violáceas y noches tan claras que la silueta de las montañas se recortaba bajo la luz de la luna.

Amanecer rojo en Barrancas del Cobre

Amanecer rojo en Barrancas del Cobre

Un territorio habitado desde siempre

En este territorio inmenso viven también comunidades rarámuri, que han recorrido estos senderos durante siglos. Sus caminos tradicionales, sus pequeñas rancherías y su relación íntima con la sierra aportan un carácter humano y profundamente espiritual a un paisaje que, de por sí, ya impone.

Vista de la sierra de Tarahumara desde una casa típica rarámuri

Vista de la sierra de Tarahumara desde una casa típica rarámuri

Caminar por sus rutas aunque sea un pequeño tramome hizo entender que aquí la montaña no es solo un escenario: es hogar, identidad y memoria.

Mujer rarámuri tejiendo pequeñas cestas de artesanía

Mujer rarámuri tejiendo pequeñas cestas de artesanía

Parque de Aventuras: adrenalina sobre el abismo

En la zona se encuentra el Parque de Aventuras Barrancas del Cobre, uno de los atractivos más sorprendentes de todo el norte de México. Allí se puede experimentar los cañones desde perspectivas completamente distintas: a bordo de un teleférico que cruza barrancas enteras, en tirolinas gigantes que alcanzan velocidades impresionantes o en plataformas suspendidas que permiten sentir la inmensidad del paisaje bajo los pies. Es una manera única de vivir las barrancas desde dentro, desde arriba y para los más valientestambién a toda velocidad.

Parque de Aventuras Barrancas del Cobre

Parque de Aventuras Barrancas del Cobre © Visit Chihuahua

El Chepe Express, un viaje panorámico entre abismos y montañas

Recorrer Chihuahua a bordo del Chepe Express es una de las experiencias ferroviarias más espectaculares de América. Yo lo tomé en Divisadero, quizá la estación más emblemática de todo el trayecto, donde los miradores se asoman a un paisaje que parece no tener fin. Desde allí comienza un viaje que combina ingeniería, naturaleza y vértigo en partes iguales.

Chepe Express

Chepe Express © Visit Chihuahua

Un paraje que nunca se repite

A lo largo de la ruta el tren atraviesa 86 túneles y cruza 37 puentes, una proeza técnica que permite avanzar entre montañas que parecen imposibles. Cada vez que el Chepe sale de un túnel, el paisaje cambia por completo: paredes verticales que caen cientos de metros, bosques densos, barrancos rojizos, cascadas escondidos y valles que se abren como ventanas verdes en mitad de la sierra.

Las paradas del Chepe Express en mi viaje

Como tomé el tren en Divisadero, mi trayecto avanzó hacia el Pacífico, pasando por Bahuichivo, la entrada a Cerocahui y al mirador del Cerro del Gallego; siguiendo luego hacia El Fuerte, una joya colonial del noroeste; y terminando en Los Mochis, en el estado de Sinaloa, donde la sierra se diluye lentamente en las llanuras costeras.

Vagón restaurante panorámico del Chepe Express

Vagón restaurante panorámico del Chepe Express

La ruta más larga y panorámica del Chepe Express es la que une Creel con Los Mochis, un recorrido completo que condensa la transición entre la alta sierra tarahumara y el litoral del Pacífico, pasando por algunos de los paisajes más espectaculares del norte de México.

Un viaje que permanece en la memoria

Viajar en el Chepe Express no es simplemente trasladarse: es ser testigo de un paisaje en movimiento. Asomarme a sus ventanales panorámicos, ver cómo las vías se transforman en un hilo de acero suspendido entre montañas y sentir cómo la luz cambia a lo largo del día convirtió este trayecto en una experiencia que permanecerá para siempre en mi memoria. Para mí, fue la forma más auténtica y emocionante de descubrir la grandeza de Chihuahua desde dentro.

Esta foto describe mi felicidad en el Chepe Express

Esta foto describe mi felicidad en el Chepe Express

Un destino inmenso para viajeros sin prisa

En definitiva, viajar por Chihuahua es descubrir un norte que late con fuerza propia: un territorio donde los cañones parecen no tener fin, donde el sotol nace del desierto y donde cada estación del Chepe Express abre una ventana distinta a una geografía que asombra sin pedir permiso. Desde la grandeza de la Sierra Tarahumara hasta las raíces culturales que se sienten en sus pueblos y ciudades, este rincón de México invita a explorar sin prisa y con los sentidos bien abiertos.

Chihuahua no es solo un destino: es un paisaje emocional, una forma de entender la inmensidad. Y basta un trayecto en tren, un trago de sotol o un amanecer sobre las Barrancas del Cobre para confirmarlo.

Guía práctica Chihuahua

Para organizar un viaje a Chihuahua, conviene consultar primero la página oficial de turismo del estado, disponible en www.visitachihuahua.mx, donde se actualizan rutas, eventos y recomendaciones útiles para planificar cada etapa del recorrido. El Aeropuerto Internacional de Chihuahua se encuentra a unos 13 kilómetros del centro de la capital y cuenta con una buena conectividad aérea. Desde aquí operan vuelos nacionales hacia ciudades como Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Tijuana, Cancún o Querétaro, además de conexiones internacionales directas con Dallas/Fort Worth y Denver, lo que facilita la llegada de viajeros tanto de México como de Estados Unidos.

Durante mi estancia, me alojé en tres hoteles que funcionan muy bien para un itinerario combinado entre ciudad y naturaleza: en Chihuahua capital, elegí el Marriott Bonvoy, un hotel moderno y cómodo para explorar la vida urbana y sus atractivos culturales; en Creel, opté por The Lodge, con su encanto rústico y ambiente de montaña ideal para descansar antes de adentrarse en la Sierra Tarahumara; y en Barrancas del Cobre, el viaje culminó en el Hotel Mirador, famoso por sus vistas espectaculares al cañón, que permiten disfrutar de amaneceres y atardeceres realmente inolvidables.

Para aprovechar bien el viaje, es recomendable reservar con antelación especialmente en Creel y en las barrancas, llevar ropa adecuada para los contrastes de clima entre la capital y la sierra, y combinar etapas urbanas con naturaleza para vivir la experiencia completa que ofrece este rincón del norte de México.


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