Un paseo por Mdina, la antigua capital de Malta
Mdina fue la primera capital de Malta en tiempo de los Caballeros. Conocida como la Ciudad del Silencio porque, cuando anochece, no se oye ni un alma, Mdina está erigida en lo alto de una colina de la región central de Malta. Su historia se remonta a más de 4.000 años atrás ya que por sus sinuosas calles han pasado fenicios, cartagineses, romanos o incluso San Pablo, llamado el Apóstol de los Gentiles.
La primera ciudad fortificada de Malta tiene una gran riqueza arquitectónica excepcional gracias a la fusión entre las corrientes medieval y barroca. Mdina da la bienvenida a sus visitantes a través de una majestuosa puerta barroca y la mejor manera de descubrirla es paseando por sus estrechas calles, recorriendo el palacio de Vilhena, sus mazmorras o sus pequeños comercios de joyería y piezas de vidrio hechas a mano. Su ambiente único envuelve a la ciudad de un aura excepcional que no dejará indiferente a nadie.
Mdina fue fundada por los árabes en el siglo XI en el punto más alto de la isla y en el año 1693 fue asolada por un terremoto. Por este motivo, la mayoría de construcciones que se conservan son de estilo barroco porque las anteriores fueron destruidas. En Mdina se encuentran edificios como el Palacio Magistral, el Palacio Gatto Murina, el Palacio Falzon, el Palacio Santa Sofía, Casa Isabella o la Banca Giuratale. Pero uno de los mayores encantos de Mdina es la maravillosa vista que se tiene de la costa maltesa.
Mdina está situada al lado de la población de Rabat donde se encuentra el Museo Wignacourt. En este recinto se pueden visitar, por un lado, dos refugios antiaéreos de 50 habitaciones (una familia se podía refugiar en un cuarto). Durante los conflictos bélicos del siglo XX Malta tuvo un papel muy importante. No en vano durante la I Guerra Mundial, Malta fue conocida como la enfermera del Mediterráneo por su papel en el cuidado de los heridos.
Peor suerte corrió durante el segundo conflicto bélico mundial porque fue duramente castigada con los bombardeos de los países del Eje. Por esta razón, el rey Jorge VI de Inglaterra dio a los malteses la cruz de San Jorge, que lucen orgullosos en su bandera, para que mantuvieran el ánimo durante la II Guerra Mundial. En el Museo Wignacourt asimismo se visitan unas catacumbas del siglo III y la Cueva de San Pablo, ya que este santo estuvo encarcelado en Malta tres meses en el año 60 d.C.
El lugar más importante de Mdina tanto para los lugareños como para los turistas es la catedral de la ciudad. Esta iglesia metropolitana barroca, situada en la plaza de San Pablo, es el punto neurálgico del archipiélago. Fue erigida sobre los restos de una catedral normanda levantada en la época medieval y destruida por un terremoto a finales del siglo XVII.
La iglesia, dedicada a la conversión de San Pablo, cuenta con 13 capillas y cinco monumentos además de su imponente cúpula repleta de frescos y pinturas que representan la vida del apóstol y que son espectaculares.
El Palacio Falson es otro de los puntos de referencia de la ciudad y que permiten conocer cómo eran las casas nobles en el periodo medieval. También denominada Casa Normanda, es una de las edificaciones más antiguas que aún se conserva en Mdina. Este auténtico palacio medieval de dos plantas y estilo siciliano fue construido en el siglo XIII y, a pesar de la combinación de los estilos arquitectónicos debido a las diversas intervenciones a lo largo de los años, todavía permite los visitantes se hagan una idea de cómo eran las casas nobles al término de la época medieval.
Para darle un toque gastronómico a Mdina no hay que olvidarse de probar los pastizzi, un producto típico de panadería elaborado a base de hojaldre relleno de queso ricota o pasta de guisantes. Los pastizzi son perfectos para reponer fuerzas y continuar con el viaje por la isla ya que alrededores de la ciudad hay tesoros escondidos que merece la pena descubrir.
En la cercana Rabat están las Catacumbas de Santa Agatha, las de San Pablo o la Domus Romana. Y, a apenas 15 minutos se encuentran los acantilados de Dingli, una auténtica joya natural, desde donde se puede observar la pequeña isla de Filfla y se sitúa la pequeña capilla de Santa María Magdalena.