Split, la segunda ciudad más grande de Croacia, fue levantada junto al extraordinario palacio que el emperador romano Diocleciano mandó construir en la costa dálmata. Con el tiempo, fue perdiendo su estructura y su función, y los habitantes de esta localidad comenzaron a edificar dentro del inmenso recinto. Hoy podemos visitar una ciudad dentro de un antiguo palacio.

Fachada marítima de Split © Ivan Coric

Fachada marítima de Split © Ivan Coric

Cuando uno pasea por Split, no cuesta mucho hacerse a la idea de que una gran parte del centro histórico fue hace años un único recinto amurallado. Las calles que ahora transitamos no eran tales, o estaban acotadas en sus extremos; los edificios que encontramos hoy pudieron ser parte de algunas de las dependencias de un gran palacio, y las casas actuales están construidas con las piedras que sirvieron para levantar el entramado palatino. Sin duda, esta parte de la ciudad dálmata es uno de los lugares que más llama la atención a los viajeros. Sabemos que, al pasear por el centro de Split, estamos caminando por el antiguo palacio del emperador Diocleciano.

Split, Patrimonio de la Humanidad

A lo largo de los siglos, los habitantes de este lugar fueron adaptando los diferentes espacios del palacio a sus necesidades, por lo que su actual aspecto no tiene mucho que ver con el edificio de planta rectangular y torres en las esquinas y en los laterales que el mandatario romano mandó construir en el siglo IV d.C tras abdicar de manera voluntaria. Diocleciano eligió este lugar porque era originario de aquí, de Dalmacia. Después de ostentar el máximo poder en el Imperio, se retiró dejándolo dividido entre Oriente y Occidente, con la tetrarquía como sistema de gobierno (dos augustos y dos césares), y cambiando la ajetreada Roma por la tranquila Spalatum (Aspálathos, en su nombre griego).

Vista del Palacio de Diocleciano © Ivo Biocina

Vista del Palacio de Diocleciano © Ivo Biocina

El palacio tenía una extensión de 38.000 metros cuadrados y aunque su aspecto se asemejaba a un castrum, una fortaleza militar, su interior tenía muchas de las características de una lujosa villa. Los materiales con los que se construyó eran de los más apreciados de la época: ladrillo de Salona y piedra caliza blanca de las canteras de la isla de Brac, situada en frente de la ciudad de Split. Los excelentes mármoles y granitos de Egipto, Italia y Grecia también llegaron hasta este edificio, como podemos ver aún hoy en algunas de las partes conservadas.

La calidad de estos materiales tal vez haya contribuido igualmente a que el conjunto palaciego haya llegado hasta nuestros días en muy buen estado de conservación, a pesar de los diferentes cambios, modificaciones y sucesivos avatares que le ha deparado la historia. Se dice que es uno de los monumentos más bellos de toda la costa adriática, y uno de los mejores conservados de la época romana. Por todo ello, la Unesco lo declaró en 1979 Patrimonio de la Humanidad.

Dibujo del Palacio de Diocleciano en la antigüedad

Dibujo del Palacio de Diocleciano en la antigüedad

Esta construcción fue en su época una obra única y, aunque diecisiete siglos de existencia continua le hayan robado muchas de sus características originales, en compensación le han ido enriqueciendo con obras arquitectónicas y artísticas. Entre ellas, está el mausoleo de Diocleciano. Parece una ironía del destino que el lugar elegido para reposar por el último emperador romano pagano, uno de los que con más furor persiguió y luchó contra los cristianos, sea hoy la catedral católica de la ciudad.

Delante de ella está el Peristilo, la zona donde se expresaba la devoción por el mandatario, convertida actualmente en un escenario estival donde se representan sobre todo óperas. En el palacio también tienen lugar obras de teatro y actuaciones de klapas, coros vocales típicos de Dalmacia. Por último, los muros que formaron parte de torres, templos, palacios y centros termales sirven hoy de cobijo a alegres bodegas dálmatas en las que se pueden saborear los platos tradicionales preparados con pescados frescos, cordero y los arambasici de Sinj (hojas de vid rellenas), aderezados con excelentes vinos tintos.

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